Por María Alejandra González – Psicóloga y Sexóloga Clínica MP: 41626

A lo largo de la vida, aprendemos muchas cosas: a hablar, a pensar, a movernos por el mundo… pero muy pocas veces nos enseñan a explorar nuestro propio cuerpo con libertad, curiosidad y sin vergüenza.

Cuando hablamos de autoexploración, no nos referimos solamente al aspecto sexual, sino a todo aquello que nos permite conectar con nuestras sensaciones, reconocer nuestros límites y descubrir qué nos produce bienestar. Sin embargo, en el caso de muchas personas con vulva, este proceso suele estar atravesado por el silencio, la censura o la idea de que el placer propio no es una prioridad.

Y eso es algo que necesitamos revisar.

 

Desde el juego hasta el deseo

Las primeras experiencias sensoriales no aparecen en la adolescencia, sino mucho antes. Desde que nacemos, somos sensibles al contacto: al calor de una caricia, al placer de un abrazo, al juego con nuestro propio cuerpo. Pero mientras crecemos, muchas veces esos descubrimientos se interrumpen por miradas ajenas que marcan lo que está “bien” o “mal”.

¿Y si en lugar de apagar esa curiosidad la acompañáramos?

La autoexploración en la adolescencia, por ejemplo, no solo brinda placer: también permite conocer el cuerpo en sus tiempos y formas, alimentar la imaginación erótica y fortalecer la autoestima. Y lo más importante: nos entrena para poder decir qué queremos y cómo lo queremos, algo fundamental en cualquier vínculo íntimo.

Tocar no es solo erotizar: es habitarse

Autoexplorarse no siempre implica masturbarse. A veces es simplemente dedicar unos minutos a recorrer el cuerpo sin juicio, con una mano suave, con la ducha como aliada, con un aceite tibio o una música que nos invite a respirar. Todo eso también es parte de descubrirse.

Y sí: tocar los genitales puede formar parte del camino, pero no es el único destino. Acariciarse, masajearse, observarse con curiosidad… todo suma a esa tarea silenciosa pero poderosa que es aprender a habitarnos.

Claro que, como toda práctica íntima, conviene hacerlo con atención: cuidar la higiene, no usar objetos que puedan dañar la zona genital, y siempre priorizar el bienestar por sobre la urgencia.

Herramientas para empezar (o continuar)

Desde mi experiencia como sexóloga, acompaño a muchas mujeres en este camino de reconexión. Y una de las recomendaciones más frecuentes que hago es incorporar recursos que puedan enriquecer la experiencia de manera segura y placentera. Un succionador de clítoris, por ejemplo, puede ser una excelente puerta de entrada para quienes nunca experimentaron un orgasmo o tienen dificultad para conectar con el deseo. Un masajeador íntimo o un lubricante también pueden invitar al juego sin presiones, sin expectativas.

En Lujuria trabajamos con el compromiso de ofrecer productos que no solo estimulen, sino que acompañen procesos de autoconocimiento y bienestar real. Porque no se trata solo de sentir, sino de entender qué sentimos y por qué.

Cuidarte también es esto: darte tiempo, tocarte con respeto, y descubrir que tu cuerpo tiene mucho más para ofrecerte de lo que imaginabas.