Por María Alejandra González – Psicóloga y Sexóloga Clínica MP: 41626

Durante años —y todavía hoy— muchas personas depositan en el pene todo el peso del rendimiento sexual. Como si el placer dependiera exclusivamente de su tamaño, su dureza o su duración. Pero, ¿qué pasa cuando algo no sale como lo esperábamos? ¿Y si el cuerpo, por alguna razón, no responde según ese guión que nos enseñaron?

Gay pareja sulking cada otro — Foto de stock #98093796 © Wavebreakmedia

En consulta, suelo ver cómo esta idea tan arraigada condiciona el disfrute y genera malestar tanto en personas con pene como en sus parejas. Por eso, quiero invitarte a cuestionar esa lógica y abrir la mirada hacia una sexualidad más amplia, real y placentera.

El cerebro: el verdadero centro del deseo

La sexualidad no comienza ni termina en los genitales. El órgano más poderoso en términos sexuales es, sin duda, el cerebro. Si estamos atravesando preocupaciones, estrés, ansiedad, enfermedades crónicas como hipertensión o diabetes, es muy probable que el deseo o la respuesta sexual se vean afectadas.

Por eso, antes de pensar en un “pene que no responde”, muchas veces conviene mirar qué está pasando en el resto del cuerpo… y en la cabeza.

Todo el cuerpo puede dar placer

Aunque el pene es, sin dudas, una fuente importante de estímulos, no es el único territorio erógeno. Labios, pezones, orejas, cuello, abdomen, espalda, muslos… Todo el cuerpo está lleno de terminaciones nerviosas capaces de generar sensaciones intensas. En el caso de las personas con vulva, también se suman zonas como el clítoris, los labios mayores y menores, y la vagina.

El problema aparece cuando todo gira en torno al pene. Como si fuese una especie de “dios” al que se le rinde culto: si funciona, todo está bien; si no, el encuentro se siente como un fracaso. Este pensamiento no solo limita la experiencia sexual, sino que invisibiliza otras formas de conectar con el deseo, el juego y la intimidad.

¿Qué es una relación sexual satisfactoria?

Una experiencia sexual plena no depende del tamaño del pene —que en promedio mide entre 12 y 16 cm en erección— ni de alcanzar una determinada performance. El verdadero disfrute está en la conexión, la comunicación, la estimulación mutua, la libertad para explorar y el permiso para sentir sin presiones.

Hay muchas formas de vivir una sexualidad rica, creativa y diversa. Y todas comienzan por romper con la idea de que solo hay una forma “correcta” de hacerlo.

Aliados para disfrutar más allá del mito

Desde mi rol como sexóloga y parte del equipo de Lujuria, recomiendo incorporar productos que nos ayuden a expandir el placer más allá del foco genital o del rendimiento.

Para un juego íntimo relajante: un aceite para masajes aromático que despierte los sentidos, acompañado de una balita vibradora para explorar zonas erógenas con delicadeza.

Para encender el ambiente: una vela para masajes que al derretirse se transforme en un aceite tibio, perfecta para recorrer el cuerpo con caricias, sumando un masajeador como complemento estimulante.

 

Para potenciar la sensualidad: una crema sensual hidratante que suavice la piel y la prepare para el contacto, combinada con un juego erótico que invite a descubrir nuevas formas de placer.

Recordá: el pene puede ser una vía hacia el placer, pero no es el único camino. El deseo es mucho más amplio que una función física, y merece ser vivido con libertad, creatividad y sin exigencias.